miércoles, 26 de diciembre de 2012

Desde lejos, navidad

Se quedó mirando el vacío, a través de la gélida ventana. Afuera, los transeúntes marchaban cubiertos de en bufandas, abrigos y gorros de lana. El asfalto que ayer nomas era un gris oscuro, que resaltaba entre la villa de piedra, hoy apenas si se distinguía cubierto por el tenue velo de la nieve. Lenta y paulatinamente los diminutos copos de nieve caían, con la suavidad que caen las hojas en otoño, allá por Montevideo, sin prisa, hamacadas en la brisa, solo que ellos, mucho mas pequeños, hacían de ese descenso un jugueteo en espiral, alegrándose en su largo descenso hasta el suelo, o la cornisa de la ventana. En silencio miraba el vidrio, congelado, controlando las ganas de darle un golpecito a ver si se rompe.

- Excuse me, sir, your order…[1] - Quebrando el silencio un mozo le dejaba en la mesa una taza llena de un espeso chocolate humeante, y una delicada cucharita para el azúcar.

Agradeció con un gesto y volvió a sumirse en sus pensamientos. Pensó en la Ciudad Vieja, y en que salvando las distancias, Nueva York no es tan distinta a Montevideo.

El café en el que estaba era tranquilo, un par de parejas conversaban por lo bajo en una mesa, en otra unos señores de traje miraban ansiosos la hora mientras apuraban sus medialunas, y en el fondo, un flaco de barba tocaba algo en la guitarra, y recibía monedas en un gorro navideño que tenia a los pies de la butaca.
Se dejó llevar por el gorro a sus viejas navidades, de niño. Cuando en la tele solo pasaban nieve y mas nieve y en casa el calor no dejaba a uno abandonar la frescura del ventilador. Así que ahí estaba. Su primera blanca navidad, como las de la tele. Tomó a su salud un trago del chocolate, mientras al músico le llegaban un par de aplausos y monedas de los pocos que le estaban poniendo atención. Si, sin dudas estaba cumpliendo ese viejo sueño, vivir una blanca navidad.

El flaco de barba entonaba los versos “know you’re not alone, cuz i’m gonna make this place your home”[2]  y por ahí algunos se animaron a acompañar con palmas. Y unos tenues coros. Le llamo la atención cuan amena se había hecho, la simple comunión de unos de extraños, con solo un lugar, un café en común y se alegró. Y se sumo a las palmas. Hasta que sin darse cuenta, se sintió acompañado.

Pensó en su casa, que sola estaría en ese momento. Que oscura, que vacía, que quieta. Estática en el tiempo como él la había dejado antes de partir. En que distinta era esa existencia gris en el sucucho vacío de su hogar, y en el blanco café de la ciudad mas grande del mundo. En como era posible que a miles de kilómetros de su hogar, en una ciudad con millones de habitantes, se sintiera acompañado. Sin darse cuenta, se olvido que estaba sin ella. Y ella, dondequiera que estaba, mirándolo aprender una vez mas, sonrió.


[1] Disculpe señor, su orden
[2] Sabé que no estás solo, pues voy a hacer de este lugar, tu hogar (Home - Philip Philips)

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Hace pila que no escribía nada, estoy medio oxidado me parece, pero bueno, fue lo que salió. De a poco pretendo ir volviendo a escribir acá, asi que bueno, veremos.

Ah, y otra cosa,

A todos, Feliz Navidad.

lunes, 10 de septiembre de 2012

De Casualidad(es)


Las historias azarosas siempre son lindas de escuchar. Y de contar, mucho más. A tal punto esto que se maravillaban con las casualidades de su encuentro, y celebraban su amor, como un acto de derrota al azar. Algo tan complicado que era un premio en si mismo, y ellos mismos eran el trofeo al vencedor, la derrota a la casa, al orden cósmico de las historias.

A tal punto que empezaron por pura diversión, a adivinarse el futuro, leerse las manos, tirarse las cartas, toda acción posible que les confirmara las desventuras propias a las que estaban condenados a sufrir….por supuesto, si no se hubiesen encontrado. Y tal era esa pasión por confirmar su victoria contra el destino, que en la profunda búsqueda por más y más adivinaciones, los llevo una cruel y fría verdad.

Su destino ya estaba escrito, el encontrarse, por  “azar”, ya había sido previamente pautado.

Y para vengarse, decidieron improvisar.

(Ignorando, por supuesto,  que eso mismo era, lo que estaba puesto entre líneas. Porque claro, cuando uno consulta su futuro, la revelación misma, ya incluye de por si la consideración que el sujeto, pregunta por su futuro en un momento dado y eso condiciona sus futuras decisiones. En otras palabras, están destinados a conocer su destino)

Solo cuando comenzaron a creer que se amaban por libre albedrio, y no por imposición del show cósmico y de sus guionistas, empezaron a disfrutar plenamente de ser actores. Dejaron de lado el hedonismo de ser los falsos vencedores en un show sin competidores, y encontraron la felicidad y la satisfacción, en disfrutar juntos y no pensar en como sortear, lo que ya les correspondía, en vivir por vivir y quedarse en los momentos, sin buscar  tempranamente una salida a las situaciones venideras. Y recién ahí fueron felices. Pura y plenamente felices.

Ni cuenta se dieron, cuando les canto jaque mate el destino, pues estaban demasiado ocupados para ponerle atención. En ese ultimo momento, cuando ellos juntos, dejaron de darle importancia a todo lo que eran, y se convirtieron en todo lo que se querían, escribieron su propio final. Y esta vez no hubo nadie que notase, ni un solo testigo presencio, la derrota del azar, a manos del amor.

Desconocieron todos el final de esta historia, y quedaron hasta hoy convencidos, de que a la vida no hay con que entrarle. Será cuestión de tiempo, hasta que otros dos se den cuenta que no se trata de entrarle, sino de vivirla independientemente de lo demás.

jueves, 30 de agosto de 2012

Y punto.


Para una queridisima amiga de años, Lucia, que se niega a entender, que un amor no cura un corazón roto.


Los inundo la ilusión después del tercer café que compartieron juntos. Sus memorias de pareja siempre fueron los temas de conversación predilectos. Se miraban y en sus ojos se veían, como fueron años atrás. Con la misma alegría, el mismo ímpetu, los mismos sueños de estudiantes romanceros.

Se dejaron llevar por la corriente del enamoramiento, sin pensarlo, sin dudarlo, a sabiendas de que antes los había ahogado la falta de experiencia. Ahora sabían nadar. Y les iba bien.

Las sonrisas eran las mismas, los paseos de la mano eran los mismos, los secretos de las sabanas eran los mismos, pero al poco tiempo descubrieron que los corazones no eran los mismos, y que algunas historias son hermosas a pesar de no tener un final feliz.

Compartieron una sonrisa cómplice, y no fueron necesarias las palabras. Le dio un beso en la mejilla, antes de irse, y ella se permitió derramar una lágrima, antes de trancar la puerta.

Sentada en la cama, con el vestido que alguna vez se compró para el, comprendió. Y en el reverso del cuaderno de clase, rebosante de apuntes y textos de medicina, escribió su primer diagnóstico:
              
                       “Nunca fue amor” 

viernes, 6 de julio de 2012

Claro de luna


Te recomiendo leer escuchando.



En una danza lenta los encontró la noche. En el cariño del abrazo se dejaban llevar por la música, en un armónico vaivén. Los ojos de ambos, cerrados, en algún lado se miran, se encuentran, se entienden. Y las miradas también bailan.

Por la ventana se cuela tenue la luz de la luna, se esconde entre las cortinas para no molestar. Caen lágrimas. De felicidad o de tristeza, da igual. Ninguno de los dos se detiene a pensar. Se olvidan del mundo por un segundo, de todo el estrés, la tensión, la crueldad y la injusticia del mundo, por un segundo. Lo único que existe ahora es el amor, y el amor es movimiento.

Adentro, todo blanco, lento, todo. Solo resuena la música, el movimiento es inercial. Los matices de todo, se ausentan. No resuena el eco de ninguna voz interior, ninguna idea corta el fino hilo que sostiene la serenidad del momento. El tic tac desaparece, para siempre. El momento se convierte en eterno. Y bailan para siempre.

Con pena el pianista alcanza la última nota. Se hace silencio, de cristal. Baja la cabeza, guarda la foto. Vuelve a desear que hubiese sido para siempre. Y apaga la luz.

miércoles, 6 de junio de 2012

Ferroviaria


Ahh…Mauricio - Recuerda - siempre tan vivaz, tan alegre, tan lleno de vida. No había nadie en el pueblo al que le cayera mal. Todos lamentamos muchísimo su perdida, fue un día de mucho dolor, muchísima gente vino a hablarme sobre el, sobre como había influido en su vida. Él era muy especial, todo el mundo le conocía, de aquí o de allá, había compartido seguramente, alguna charla, algún mate, en algún momento. Su sola presencia tenia un aire de serenidad, nunca lo vi alterado por nada. Siempre me tomaba de la mano, y conversábamos del día, de esto u aquello, de nada y de todo. Lo amé, con todo lo que ello significa.

El rostro de Elida se va perdiendo en el infinito, junto con su voz. El silencio crece y yo acompaño, la dejo disfrutar del momento. Ella en la cara, un aire de felicidad, a pesar de toda la tristeza de su relato. Noto que se acomoda contra una esquina del sillón, y apoya su cabeza contra la ventana, como si en el recuerdo le diese lugar al recuerdo para que se acomode junto con ella. Elida mira para afuera, en silencio, en su cara se dibuja una sonrisa, con aire a pasado. De seguro ha de estar reviviendo sus memorias. Respira hondo, y sigue:

Si había algo que le apasionara, eran los trenes. Yo lo conocí ahí, sabias? En la línea 16, yo la tomaba los lunes, para ir a Montevideo, una vez por semana iba para entregar un informe a la cooperativa. El por su parte, viajaba mucho, casi todos los días, a veces por negocios, a veces por pasión. Era como su casa, pasaba muchas horas viajando. Coincidimos un día en el asiento. El tenia ventana, pero me la cedió, por que según decía, el pasillo era un asiento mas sociable, se podía conversar, sin embargo el que va en la ventana, se distrae mirando el paisaje. Así como se sentaba se ponía a conversar, cada persona tiene su historia, decía, y él había escuchado tantas, tantas, que su historia se convirtió en eso, él era un oyente, una enciclopedia. Su sapiencia crecía viaje a viaje, y cada vez que me lo encontraba, parecía más satisfecho de la vida. Tenía una capacidad increíble para aconsejar, parecía que pudiese prever el desenlace de cada historia, con una exactitud sobrehumana.

Claro que no era cosa de todos los días encontrarlo, era un tipo muy solicitado, sobretodo por los más jóvenes, muchas veces me subí al tren y alrededor suyo había 5 o 6 personas, y entonces me sentaba en el fondo, tranquila. Y sin que me diera cuenta, en el transcurso del viaje, se las arreglaba para dejarme una flor, un caramelo, o algún detalle sobre la falda, y yo sabía que estaba a mi lado. Al llegar a la estación siempre me venia a saludar, y yo no podía esconder la vergüenza. Elida ríe, mira hacia abajo como si esa vergüenza perdurara, muerde los labios y apreta su mano. Vuelve a reír y me ofrece té, y se marcha a la cocina.

En este tiempo he escuchado muchas historias sobre Mauricio. Todos en el pueblo parecen quererle. A todos parece haberles ayudado de una u otra forma, ya sea con consejos, ideas, gentilezas. Como si todos hubiesen aprendido mucho de él. Pero Elida, a diferencia del resto, cuenta sus memorias de una forma mucho más personal, cálida. Su voz armoniza con el silencio, y pareciera que cobran vida los recuerdos en ese sillón.

Vuelve con una bandeja cargando una tetera con dos tazas, y mientras me sirve me cuenta alguna historia sobre el té, y sus propiedades, y le sigo la corriente para distenderla un poco, no sé que tal le sienta hablar de su pérdida. Luego de un par de comentarios, y entre risas, me doy cuenta que no es la misma mujer que me estaba relatando historias hace unos minutos. Haciendo una pausa, le pregunto

-  Lo extrañás mucho, no? –

Ella se recuesta sobre su sillón, sonriente, aprieta su mano y me dice “El siempre encontró la forma de estar conmigo, y yo siempre quise estar con el”

El sol de la tarde, se cuela de a rayos por entre las rejas de la ventana,  y con la lentitud extrañada, mi mirada recorre, el sillón, donde ahora son dos, los que están sentados, sonrientes, como si no hubiese habido tiempo, ni nada, que los separase. Como si el amor que juntos se tenían, hubiese valido más que todo. Y aunque sé que ese momento no lo viví, fue real, la historia del hombre de las historias, de infinita sapiencia, como no supo haber otro, se paró y me dijo al oído, “vivirás cuanto dure, en desaparecer tu memoria”, cerré los ojos y para cuando los abrí, ya no estaba, sólo Elida inmutada en su sillón, con la sonrisa todavía dibujada en el rostro, la mano apretada, y una flor en la falda.

jueves, 3 de mayo de 2012

Reversible


¿Que se podría decir de el? Un hombre feliz, de sonrisa fácil. No había sola vez en que se lo viese preocupado, molesto o estresado. Sobresalía del resto, se notaba su presencia en cualquier lugar, mirando siempre adelante, sacándole pecho a la vida y dejando a su paso, un perfume que olia a colores.

Tenia un reloj, que consultaba bastante seguido. Tenia una manecilla sola, y un pequeño cuadro con un número. Contaba las horas, desde su nacimiento. Una tenue campanita indicaba cada vuelta de reloj. Y con un leve movimiento, consultaba el tiempo, una más, decía, y renovaba la sonrisa que vestía su rostro, respiraba aliviado, y seguía con su día.

Recibió un día una cita urgente, una dirección marcada en una tarjeta era toda la información disponible. Lo meditó unos minutos y se decidió a ir. Al llegar a la dirección indicada, una puerta blanca tenia un cartel con su nombre, y le pedía que por favor pasara. Al entrar, encontró un decorado gris, un ambiente sombrío y un piso frió, que alojaban a un espejo. Al mirarse en el, encontró a un hombre pálido y funesto, que lo miraba con unos ojos que creyó, por un segundo, eran suyos. Pensó en como seria la vida de ese hombre, sereno, tranquilo, solo con sus pensamientos, sin tener la presión de ser el alma de todo lugar al que fuese. Lo envidió. Esbozo una sonrisa, pero aquellos ojos le devolvieron una mueca de tristeza. El reloj dio una vuelta en reverso, pero el nunca se entero. Se vio a si mismo hundido  en la oscuridad de aquel cuarto, todo culpa de aquellos ojos. Odió a aquel hombre, se dio media vuelta y se fue.

-o-

¿Que se podría decir de el? Un tipo amargado, estresado. Le costaba ver la mitad llena del vaso. Tenia la cara cansada, la mirada caída y el caminar encorvado. Era casi intrasendente, su presencia solía no ser del todo recordada. Su voz, árida, seca, sembraba sed en los escuchas, que solían no ser muchos.

Tenia un reloj, que consultaba bastante seguido. Tenia una manecilla sola, y un pequeño cuadro con un número. Contaba las horas, para su fallecimiento. Una tenue campanita indicaba cada vuelta de reloj. Y con un leve movimiento, consultaba el tiempo, una menos, decía, bajaba la mirada, y seguía con su día.

Recibió un día una cita urgente, una dirección marcada en una tarjeta era toda la información disponible. Lo meditó unos minutos y se decidió a ir. Al llegar a la dirección indicada, una puerta blanca tenia un cartel con su nombre, y le pedía que por favor pasara. Al entrar, encontró un decorado colorido, un ambiente vivido y alegre y un piso de lo que parecía ser pasto, que alojaban a un espejo. Al mirarse en el, encontró a un hombre bronceado y alegre, que lo miraba con unos ojos que creyó, por un segundo, eran suyos. Pensó en como seria la vida de ese hombre, algarabía por todos lados, celebraciones, saludos por la calle, sin la presión de los peligros que rondan el día. Lo envidió. Esbozo una sonrisa, pero aquellos ojos le devolvieron una carcajada. El reloj, dio una vuelta en reverso, pero el nunca se enteró. Se vio a si mismo hundido en la vivacidad de aquel cuarto, todo culpa de aquellos ojos. Odió a aquel hombre, se dio media vuelta y se fue.

sábado, 21 de abril de 2012

Gestación


-Me asignaron tu caso, los de luminosidad- comenzó diciendo. Ella seguía ahí, parada, atónita ante la presencia de semejante ser. Era flaco, alto, blanco. Tenia sobre la cabeza un extraño brillo, producido por la lampara que levitaba detrás de su cabeza. Vestía los arapos mas hermosos que alguien puede desear, y su voz tenue y pausada, daba la sensación de bienestar.
Es un proceso bastante siempre - prosiguió - y muy usado estos días. A alguien en la central le interesa que vos pienses diferente del resto, entonces manda a uno de nosotros, a corregirte. Básicamente te sigo a todos lados, hablándote al oído. Te voy a decir lo que esta bien y lo que esta mal, hasta que aprendas a hacerlo por tus propios medios.

Hizo silencio, mordió una manzana y tomo asiento, no tenia mas nada que decir por el momento.
- Y si no aprendo? - pregunto la muchacha, sin subir la mirada fija en su vientre, donde sus dedos se escondían entre si buscando canalizar el shock del momento.
- Lo vas a hacer, así esta estipulado, así esta escrito, pero de eso no te puedo decir mas nada.-
Se produjo un silencio solo interrumpido por el masticar de la manzana.
-En ese caso, creo que no tengo alternativa- dijo la muchacha guardando sus dedos con sus respectivas manos en los bolsillos. Se paro, y se acerco al hacedor para que le instalara la bombilla flotante. Cuando hubo terminado, no sintió mas que un leve tirón en el pelo, que con el tiempo se le haría habitual. El ente por su parte, termino de un bocado lo que le restaba de manzana y se puso a trabajar.

Por los siguientes días, la acompaño a todos lados, en silencio. Solamente la veía actuar. Anotaba en una libreta, pequeñas titilaciones que la bombilla tenia de cuando en cuando, y algunas notas puntuales sobre la personalidad de la muchacha. Ella, por su parte, se sentía potenciada. Se sentía poderosa, capaz de todo, fuerte, confiada. Empezó a seguir sus emociones como no había hecho antes.
Al poco tiempo, el hacedor comenzó a comprender como pensaba la muchacha, al punto de que preveia sus pensamientos, y entonces, empezó a darle las indicaciones pertinentes. "no, eso es egoísmo", "arriba, no seas vaga", "cuidado, te estas dejando llevar" entre otras advertencias y ordenes,  que la muchacha siguió al pie de la letra.

Las ordenes fueron aumentando, en rigor e intensidad, hasta cierto punto, en el que comenzaron a decaer, y decaer, hasta ser casi inexistentes.
- Ya esta? ya brilla continuamente? - pregunto la mujer que, claro, no podía ver su propia lampara.
- Si, ya esta. Ya sos una portadora de la luz- le contesto sonriente el hacedor.
Se hizo el silencio.
- Por alguna razón lo sabia. Me siento completamente diferente. Me siento enérgica, positiva, fuerte, pero...no soy yo. Me quitaste lo que tenia de especial para transformarlo en una copia de tus ideas. Soy una portadora de luz, no soy mas la persona que era. De que me sirve este brillo si me convierte en esclava?

El hacedor sonrió.

Recién en ese momento, la luz se prendió, fuerte e incandescente, y en su libreta pudo anotar "Aprobada". El abrió sus alas, y comenzo a asender en el aire.

Ella esbozo una sonrisa casi mueca, mirándolo a la cara y le dijo
- La puta que te parió.

miércoles, 28 de marzo de 2012

"Los libros fantasticos..." (corto)


Muy bueno, les recomiendo que lo vean. Abrazo a todos, me voy a leer. Que sus vidas nunca carezcan de color.

martes, 20 de marzo de 2012

Los portadores de luz



Desde chicos los agarran. Con las mentes flácidas, vulnerables, moldeables. Con la paciencia y dedicación de un orfebre del mejor calibre, logran forjales ese carácter de campeón, ese pecho firme, esas caras que no tienen miedo, esas frentes que no bajan ante nada, esas alas que no temen volar alrededor del sol. Y así arrancan ellos, volando cada vez más alto, aunque solo sean centímetros, kilómetros te dirán que son. Ven caer las gotas de su frente, pero no es sudor, no, es orgullo lo que corre por sus mejillas. Los portadores de luz van por la vida desbordando colorido, sobrevuelan el trillo de los tímidos paseantes, que sin muchos anhelos viven los días jodidos, se quejan de la demora de los ómnibus, y de lo mucho que falta para cobrar el sueldo. Ellos, sin embargo, ignorantes de la vida allá abajo, van soplando su mágico polvo de laureles, éxitos y felicidad, (casi sin saber lo que eso significa), pincelan las calles con sueños que casi son realidades, es una feliz coreografía verlos volar por entre las nubes. En su juvenil mirada cargan con más ilusiones de la que en tu vida llegarás a tener. No dan corte a los problemas de los mortales, te muestran la felicidad de la vida que llevarán, de éxitos y logros increíbles. Es hermoso, y envidiable, tener la suerte de poderlos ver.

¿Nunca tuviste la suerte de conversar con un portador de luz? Casi sin quererlo entran en tu alma, te la llenan de colores, guirnaldas, esperanzas y sueños, que olvidaste que tenías. Se te desvanecen los problemas, el tiempo se desdobla, y el futuro es hoy, y la montaña de la vida se dibuja de tus pies hacia abajo, hasta parece, que te falta el aire, de tan alto que estás. Pero, como toda droga es traicionera, antes de que te des cuenta, se va ese enceguecedor faro de alegría, quedan solamente ecos de esa voz que te hacia levitar por entre los cielos y la montaña a tus pies se convierte en vacio y caes, caes y caes y seguís cayendo, hasta el lugar exacto donde estabas. Lo que no es malo, para nada, pero luego de tocar el cielo con las manos, la tierra es un lugar casi deprimente. Los sueños que tuviste en la mano se vuelven a romper, las glorias que colgaban de tu pecho se caen y se desvanecen, y la realidad emerge desde su escondite y te abraza (te extrañó, pobre, si la dejaste de lado como a un chiche viejo) y sin quererlo, tú misma realidad de hace un rato, te gusta menos.

Que tipos de mierda los portadores de luz.

Pero mientras vos puteas su existencia, ellos envidian la tuya. Hoy no, mañana tampoco, pero los portadores de luz están condenados. Cargar el brillo que ilumina a la humanidad que camina por debajo los ciega, y el mínimo pretil en el camino se convierte en una muralla, infranqueable, impenetrable, y se dan. De frente y sin anestesia. Se quiebra en mil pedazos el faro, y así quedan, tumbados, mareados y cegados. Al costado de la vía, donde los paseantes inmunes caminan mirando sólo hacia adelante, a veces hasta con miradas de desprecio hacia los cuerpos tendidos. Se levanta alguno, de vez en cuando, con la ayuda de algún mortal, que le limpia los vidrios rotos, le cambia los ojos quemados, y le enseña a ver, con los ojos de caminante. Y poco a poco los resucitados, emprenden la marcha eterna, de la lucha y el esfuerzo, de los objetivos claros, de los sueños para la noche y la realidad para el día, de esperar alguna noticia en el diario, seguir atentos alguna otra en el informativo, de preguntar como salió aquel cuadrito del barrio, a preguntar como esta de salud Doña García, y sobretodo aprenden a mirar con indiferencia, a esos focos de luz, que supieron ser, a esos seres de positivismo, que tuvieron dentro, y se limitan a una existencia mucho más simple, pero mucho más placentera, sabiendo ahora sí, lo que significa ser feliz, y lo cerca que queda. Lo lindo de las cosas simples, la recompensa de seguir los sueños desde abajo, y el orgullo de enseñarle a un hijo, a caminar siempre, y a no volar nunca.

lunes, 12 de marzo de 2012

Perspectivas


Seis metros bajo tierra, todo parece más oscuro de lo que en realidad es. Y no es que estuviera ahí, sino que, como mencione, todo parece más oscuro de lo que en realidad es. Y fue. Fue muchas cosas pero lo que mas fue, sin dudas, es exagerado. Hablo parado al nivel del mar, por supuesto, no es que me cegue la oscuridad todavía. De un salto volé hacia las nubes, veía todo alrededor, veía hacia atrás, las cosas como eran, y veía hacia adelante, con claridad. Pero caí, otra vez, porque desde arriba, todo parecía más brillante de lo que en realidad es. Y lo fue. Y caí. Y solo entonces, habiendo bajado y subido, comencé a caminar viendo solo lo que tengo en frente, tratando de ver con los mejores ojos la realidad del hoy, disfrutando del paisaje que me presenta la trilla, y sobre todo, disfrutando de la compañía, de todos los que caminan a mi lado (que a veces, por ver hacia adelante, se los deja fuera de escena)

lunes, 27 de febrero de 2012

Vuelven.


( … ) Los madrugones, las mañanas somnolientas, las caras de cansados, las horas que no pasan, el hambre a mitad de la clase, los almuerzos clandestinos, las tardes con cuadernos, los libros que pasean, las gomas que ensucian escritorios, las tardecitas con bizcochos, el cansancio y la falta de siesta, el estrés de la semana, los relojes que no se mueven, los días que se van tachando, los viernes de armar bolsos, los viajes esperados, las tardes del pueblo de vuelta, las nostalgias, los te extrañé que se dicen sin decirse, las salidas con amigos, el relax en el estrés de la noche, los domingos de pereza, las levantadas mal dormidos, los abrazos maternales en la terminal, los ojos que se miran con dulzura, extrañándose ya, las caras de los nómades que se entienden sin conocerse, las noches en tres cruces, las pequeñas despedidas entre sueños, las caminatas de vuelta a la vida, las llegadas tarde a casa, los madrugones, las mañanas somnolientas ( … )[1]


[1] Falta de puntuación adrede.

lunes, 13 de febrero de 2012

La espera

Sacó un papel, en medio de las penumbras. Tachó una de las marcas con tinta, lo volvió a guardar y se durmió con una sonrisa.

martes, 31 de enero de 2012

Al oído


Con cada palabra revivía su recuerdo, en cada silencio la sentía respirar a su lado. No le decía mucho, solamente quería escucharla. Que su voz dibujase en la penumbra su figura, y que se olvidara por un rato de que no la tenía. Que su risa distante le transportara a otro lugar, a otro momento, real, también, pero diferente. Que aquella mágica conexión lo llevase a la deriva, a un mundo en el que estuvieran juntos. Y así como si nada se dejo perder en la simpleza de la conversación, y su mente volaba, de aquí para allá, jugueteando con la de ella. Como si estuviesen juntos.

Se despidieron, colgó, y apago la luz.
Volvió a la realidad, y no la vio a su lado, y no la escucho en el silencio. Bajó la mirada, y se perdió entre la penumbra de sus recuerdos.

viernes, 27 de enero de 2012

Vinténes


El sol del mediodía estaba pegando fuerte, en el balneario. Entro en el almacén una mujer, joven, flaca, alta, encorvada. Tenia el pelo como una escoba, ojeras de sueño y una extraña mirada, profunda, que desentonaba con el resto de su imagen. No dijo nada y se dedico a mirar las bebidas de la heladera, ante la atenta mirada del joven que atendía el mercadito. Saco de su arapienta camisa un puñado de monedas, que contó reiteradas veces. Busco entre los casi descocidos bolsillos del pantalón hasta encontrar un par mas, que añadió al monton inicial.  Saco una botella, bien fría. Giro para dirigirse a la caja y se encontró que desde la caja el muchacho la miraba casi que con cariño. Sintiéndose descubierto, se ruborizo y esbozo una sonrisa que ella correspondió. Apoyo la botella en el mostrador y dejo todas las monedas a su lado. El, con una mirada de complicidad, separo un par de monedas del monton, y le sonrió otra vez
Me estas cobrando mal – le dijo, esta vez sin corresponder a la sonrisa
No, no, asi esta bien – contesto el almacenero, insistente.
Ella se incorporo, frunció el ceño y olvidando la amabilidad contesto tajantemente:
No, me estas cobrando mal.
Y agarrando la botella, se fue dejando a  todas las monedas y a una mirada extrañada, perdidas en silencio de la tarde calurosa

lunes, 16 de enero de 2012

El novelista


El novelista está sentado en un bar, como acostumbra. Se pide un trago fuerte, para ir desinhibiendo las pasiones. De fondo se desangra una guitarra llorando un blues añejo, un par de viejos se conversan en la barra, un cartel mugriento pide que no se fume, y dos amantes se esquivan las miradas, varias mesas más atrás.
Apagado y frio, el bar se va convirtiendo en la escena principal de su novela, y casi sin quererlo los personajes van entrando en juego.
Los viejos hablan de amores perdidos, fantasea el novelista en sus escritos, mientras en un abrazo se estrechan los señores, agradeciéndose la compañía, y mirando al techo se sumergen en recuerdos.
Pero el novelista no se da cuenta, todavía. Su corazón herido y borracho se limita a derretir penas en el papel, a llorar sentimientos sobre esa historia, a pedirle explicaciones a sus propias ideas. Imagina un bar en silencio, donde el único sonido sea el chocar de los vasos contra la mesa. Levemente el volumen del blues va bajando, hasta callarse, como si estuviese atendiendo a lo que estaría por pasar. Los amantes se miran, por primera vez. El novelista escribe palabras de arrepentimiento.
Perdón, se que estuve mal – dice el hombre, a punto de quebrarse.
La mujer, y su respectivo personaje quedan en silencio. Cada una con su amante, comparten la historia, y el novelista quiere que compartan el destino, su destino.
Una de las mujeres grita, enojadísima, reprocha y reprocha cosas. El hombre se limita a pedir perdón una y otra vez, llorando. Ella también se quiebra, de rabia, toma un cuchillo y se lo clava en el pecho. Nadie en el bar mueve un pelo. Llorando, la mujer se va. El novelista se siente culpable, los ojos le quedan vidriosos.
Lentamente levanta la vista del papel, y ante su mirada atónita, los amantes se están comiendo en un beso dulce y pasional.
El lápiz cae al suelo, la novela termina.
Las historias con distintos personajes, nunca terminan igual.