sábado, 18 de enero de 2014

Tachoneado con birome

Abrió el editor de texto y comenzó a escribir. Nada en particular, solo palabras que se le venían a la mente, una detrás de la otra, una interminable coreografía de dedos que danzan sobre las teclas, tratando de seducir la atención de la vista, que no se aparta de la pantalla. Una voz lee lo escrito en su cabeza, cada vez de manera más apresurada, como si se fuese quedando sin aire. Uf, un punto, un descanso al fin. Revisa la ortografía y corrige con un simple click las palabras subrayadas en rojo. Decidió continuar, no muy convencido de lo que venía haciendo. Extrañamente no pasaba nada por su cabeza, era como si las palabras estuvieran allí, en algún lugar, y solo salían. Sin decir nada, sin significar nada. Un psicólogo diría que sí, que quizá, que el inconsciente tendría ganas de decir algo a través de la nada, que fíjate, que esto que lo otro, que contame de tu infancia, tu papa te quiere?  Pero la verdad, no estaba con ganas de ahondar en ese pensamiento. Volvió al blanco mental mientras las palabras seguían saliendo. Sin esfuerzo, casi. Como si se quitaran las ganas de hacer algo que hacía meses (años quizá) no hacían, salir. Como si la cabeza fuese un globo lleno de agua y el teclado el culpable del pinchazo que lo desagota de a poco.

Otra pausa, más larga, cambio de párrafo. En el periodo de transición mira el ventilador, es insuficientemente chico para el calor que hace. Mira la ventana, la noche, sin brisa, con más calor aun. Pareciera que las palabras dejaron de salir, como si la urgencia hubiese sido saciada y la velocidad del escape ahora disminuye, hasta se da el lujo de parar por segundos. Titila el posicionador del editor de texto, impaciente. Ya van a venir más palabras, tranquilo mijo.

Enter, párrafo, nuevas palabras que salen, relacionadas si con el párrafo anterior pero no tanto como para ser compatriotas, aunque quiza si vecinas.  Algún esbozo de que el texto instantáneo cobra sentido lo desconcentra, no, no quiere eso, quiere volver a escribir con la mente en blanco. Es como un medio de relajación cerebral por medio de la escritura. No no no, se está metiendo con el análisis de la situación, esas complejidades mentales están por fuera del ejercicio actual, fuera, vuelvan al inconsciente donde bien las dejo encerradas Sigmund hace años. Shu shu, juirabicho.

Visualiza ahora a Boceto, aquel personaje de Cartas Marcadas. Cómo será su físico, su mente, ¿estará condenado a expresarse siempre de esa manera, por alguna especie de maleficio, o lo hará de desinteresado nomas como si fuera una de esas locuras de las grandes mentes de la humanidad? ¿Están siendo estas palabras un intento de parecerse a un discurso de Boceto? ¿Está el mismo intentando encarnar al ficticio personaje? Otra vez ideas estructuradas, mejor cambiar de párrafo antes de que esto se vuelva otra vez un psicoanálisis de uno mismo.

Va a tener que terminar pronto, sin dudas, esto se está extendiendo más de lo debido y donde debía haber nada ahora hay hilos de pensamiento dispuestos a ser recorridos. Hoy no, el juego es otro. Se desprenden las últimas palabras de cierre, tratando de ir pasando raya y concluyendo aquellas primeras.

Párrafo final. Cierre. Corrige la ortografía, revisa una vez, y otra vez, y ooootra vez el texto completo. Aborta cada vez que un pensamiento –o al menos un intento de pensamiento – le acecha. Se rasca la barbilla, guarda el documento y lo sube a internet. A ver qué piensan los demás.

Ah! Casi se olvida del punto final.

Listo

viernes, 15 de marzo de 2013

Pescador


Todos los veranos íbamos a la misma casucha. Era un rancho con techo de paja, puertas viejas de madera y olor a humedad. No había televisión ni radio, estaba aislado del mundo. Casi que literalmente, ya que para ver a otro ser humano, había que mirar lejos en el horizonte y buscar entre los cuatro rumbos. En otras palabras, era aburridísimo. A la milésima mano de truco uno ya quería volver a estar en sociedad, a estar estresado otra vez. Supongo que es la enfermedad que tenemos los citadinos, somos dependientes de lo artificial.
Ya a la cuarta o quinta vez, me limitaba a pasarme las tardes a la orilla de un lago que había, a un ratito a pie del rancho. Leía mucho, me distraía imaginando cosas que era imposible que pasaran en ese pedazo de nada. Imaginaba que era un pescador, que tenía un pequeño barco de madera, y pescaba sin carnada, solo dejaba la caña tendida para que los peces no se sintieran tan solos como yo. Imaginaba también que sería de ese otro yo pescador, como habría crecido allí en el medio de la nada, o que situación me habría llevado a establecerme allí. Por alguna razón nunca pensé un fundamento para lo de la caña sin carnada, hasta allí llegaría mi locura supongo. O quizás no era el límite de mi locura y si el de mi imaginación.
Resulto ser lo último, descubrí una tarde. En realidad no imaginaba a un hombre pescando, lo veía a diario. Tarde tras tarde, allí, estático. Nunca un movimiento, solo estaba. Jamás lo vi pescar algo, solo era parte del paisaje.
Comencé a ir más temprano, y a quedarme hasta más tarde, tenía que verlo moverse, remar, bailar, nose, hacer algo. En algún momento volvería a su casa, para volver al otro día, aunque no parecía serlo. Era como si hubiese decidido ser parte de la vista, ser una sombra más en el horizonte.
Un día me quede hasta la noche y lo vi moverse, me temblaban las manos. El hombre se movía, estaba seguro, pero una parte de mi pensaba que no podía ser y que debía ser una ilusión óptica. Comencé a bordear el lago, a ver si conseguía algo más. Al rato de deambular comencé a escuchar una interrupción en el silencio, como un chapoteo. Remaba. Seguí caminando hasta donde creía que iba a desembarcar y lo espere. Era tarde cuando llego a la orilla, estaba oscuro. Yo no quería y a la vez quería que me notara. No lo hizo. Amarro el bote a un árbol que parecía nacido con ese propósito y se fue, sin regalarme siquiera una mirada, un gesto, nada.
Años después, en una charla de boliche con unos compañeros de clase, copas de por medio, comente el suceso. Da la casualidad que uno de ellos, era de la zona (o su padre era y visitaba seguido, el alcohol borro parte del recuerdo) y me conto toda la historia.
Resulta que el hombre vivía en Montevideo, con su mujer. Trabajador incansable, y cansado del apuro capitalino, le prometió a ella comprarle una casa en ningún lugar, donde el amor del uno al otro fuera lo único que moviera los días, al ritmo que quisieran. Los años pasaron y ese sueño era lo único en que pensaba, horas extra, trabajos de momento, ocupaban su tiempo. Ella siempre lo esperaba despierta, paciente como siempre fue, y le sonreía cuando llegaba. Se acostaba muerto de cansado, y al levantarse ella le tenía pronto el café de la mañana, pero casi nunca compartían la mesa, por que aprovechaba hasta el último minuto de sueño.
Años después al final, compro la casa y se fueron ambos, jubilación de por medio, a vivir el sueño de la vida. Pero la casa no era perfecta, no era su sueño. Dedico su tiempo a ampliarle los pasillos, a construirle un balcón al lago, un jardín en el fondo y demás cosas para que fuera perfecta. Un día se le ocurrió que sería romántico salir a pasear en bote, así que construyo uno, sencillo, pequeño, una embarcación bastante endeble pero que los mantendría a flote a los dos, acurrucados. Cuando la tuvo pronta la llamo para mostrársela, pero no la pudo encontrar por ningún lado. No estaba pintando un paisaje en el balcón, ni cambiándole la tierra al jardín. Tampoco en la cocina ni en ningún lugar cerca de la casa.
Finalmente la encontró, sentada a la sombra, bajo un árbol que daba a su taller, lo había estado mirando trabajar todo este tiempo. La abrazo de atrás, esperando sorprenderla, pero ella no se inmuto. Es más, la encontró bastante fría para el calor del verano. Se dio cuenta de la triste realidad y cayó sobre el suelo a llorar a mares. Entre lágrimas miro todo lo que había construido para estar con ella, sin darse cuenta de que la dejaba sola, en procura de algo mejor para después. Tenía todo lo que quería para estar con ella y la había perdido en el transcurso. Miro el bote y remo lejos, de todo, con la cara llena de vergüenza, remo lejos en el lago, tan lejos como pudo. Y allí, solo, se sentó a llorar, tan lejos para que no lo viera ni escuchara llorar, y ella mientras, lo espera volver, paciente y serena, como siempre fue.

viernes, 15 de febrero de 2013

Enamorados


Desperto tarde, no había sonado el despertador. Ya eran casi las ocho. Refunfuño por lo bajo, y se dio apenas una ducha apurada, que no fue generosa ni con el jabón. Y eso que el profesor era dedicadisimo en la higiene personal.

La mañana transcurrió lenta y aburrida, típica de jueves. Un par de clases del ciclo básico, que las dio casi en piloto automático, sin casi pensar demasiado, para el en realidad era bastante sencillo.  Al final de la misma se quedo explicando a un par de jovenes algo sobre el tema del dia, y eso lo retraso para el almuerzo.

Almorzo solo, leyendo una revista un poco añeja ya, que siempre estaba boyando entre las mesas del comedor.

Paso la tarde en la oficina, ocupándose de sus asuntos administrativos, papeleos y demas. El dia en realidad fue bastante gris y sin sobresaltos.

El omnibus de vuelta le parecio eterno, bailando suavemente entre las paradas y las motos, que saturaban la calle de la hora pico.

La vereda estaba desierta, era tarde de partido. Vio un par de minutos en un televisor que decoraba la vidriera de una casa de electrodomesticos, pero el resultado adverso que llevaba el marcador le hizo seguir caminando.

Se acosto y tomo el despertador, buscando ajustar la alarma para el dia siguiente, y casi sin darse cuenta, miro el calendario. 14 de Febrero.

Es hoy - dijo - Mierda, me olvide, es hoy.

Se levanto, se vistio y salio.

Cuarentaycino minutos mas tarde, se paro frente a ella, con una rosa en la mano. Quiso decir muchas cosas, pero ella ya no lo escuchaba, Sabia que habia llegado tarde, sabia que se habia olvidado.

Perdon, amor. Si, ya se...ya se. Perdon. - dejo la rosa sobre la lapida, y sintio su mirada en algun lado.
 Apreto la mano, como si estuviese con ella, pero el frio de la noche se escurrio entre sus dedos.

Feliz dia...susurro mientras se daba vuelta, y se iba, convencido de que ya no tenia sentido. Se fue en silencio, y desaparecio entre la neblina.

Ella, mirandolo con su eterna paciencia, penso en decirle que el amor no muere, pero para eso ya tendria tiempo, cuando se vieran de vuelta.