lunes, 10 de septiembre de 2012

De Casualidad(es)


Las historias azarosas siempre son lindas de escuchar. Y de contar, mucho más. A tal punto esto que se maravillaban con las casualidades de su encuentro, y celebraban su amor, como un acto de derrota al azar. Algo tan complicado que era un premio en si mismo, y ellos mismos eran el trofeo al vencedor, la derrota a la casa, al orden cósmico de las historias.

A tal punto que empezaron por pura diversión, a adivinarse el futuro, leerse las manos, tirarse las cartas, toda acción posible que les confirmara las desventuras propias a las que estaban condenados a sufrir….por supuesto, si no se hubiesen encontrado. Y tal era esa pasión por confirmar su victoria contra el destino, que en la profunda búsqueda por más y más adivinaciones, los llevo una cruel y fría verdad.

Su destino ya estaba escrito, el encontrarse, por  “azar”, ya había sido previamente pautado.

Y para vengarse, decidieron improvisar.

(Ignorando, por supuesto,  que eso mismo era, lo que estaba puesto entre líneas. Porque claro, cuando uno consulta su futuro, la revelación misma, ya incluye de por si la consideración que el sujeto, pregunta por su futuro en un momento dado y eso condiciona sus futuras decisiones. En otras palabras, están destinados a conocer su destino)

Solo cuando comenzaron a creer que se amaban por libre albedrio, y no por imposición del show cósmico y de sus guionistas, empezaron a disfrutar plenamente de ser actores. Dejaron de lado el hedonismo de ser los falsos vencedores en un show sin competidores, y encontraron la felicidad y la satisfacción, en disfrutar juntos y no pensar en como sortear, lo que ya les correspondía, en vivir por vivir y quedarse en los momentos, sin buscar  tempranamente una salida a las situaciones venideras. Y recién ahí fueron felices. Pura y plenamente felices.

Ni cuenta se dieron, cuando les canto jaque mate el destino, pues estaban demasiado ocupados para ponerle atención. En ese ultimo momento, cuando ellos juntos, dejaron de darle importancia a todo lo que eran, y se convirtieron en todo lo que se querían, escribieron su propio final. Y esta vez no hubo nadie que notase, ni un solo testigo presencio, la derrota del azar, a manos del amor.

Desconocieron todos el final de esta historia, y quedaron hasta hoy convencidos, de que a la vida no hay con que entrarle. Será cuestión de tiempo, hasta que otros dos se den cuenta que no se trata de entrarle, sino de vivirla independientemente de lo demás.