Se quedó mirando el vacío, a través de la gélida ventana.
Afuera, los transeúntes marchaban cubiertos de en bufandas, abrigos y gorros de
lana. El asfalto que ayer nomas era un gris oscuro, que resaltaba entre la
villa de piedra, hoy apenas si se distinguía cubierto por el tenue velo de la
nieve. Lenta y paulatinamente los diminutos copos de nieve caían, con la
suavidad que caen las hojas en otoño, allá por Montevideo, sin prisa, hamacadas
en la brisa, solo que ellos, mucho mas pequeños, hacían de ese descenso un
jugueteo en espiral, alegrándose en su largo descenso hasta el suelo, o la
cornisa de la ventana. En silencio miraba el vidrio, congelado, controlando las
ganas de darle un golpecito a ver si se rompe.
- Excuse
me, sir, your order…[1]
- Quebrando el silencio un mozo le dejaba en la mesa una taza llena de
un espeso chocolate humeante, y una delicada cucharita para el azúcar.
Agradeció con un gesto y volvió a sumirse en sus
pensamientos. Pensó en la Ciudad Vieja, y en que salvando las distancias, Nueva
York no es tan distinta a Montevideo.
El café en el que estaba era tranquilo, un par de parejas
conversaban por lo bajo en una mesa, en otra unos señores de traje miraban
ansiosos la hora mientras apuraban sus medialunas, y en el fondo, un flaco de
barba tocaba algo en la guitarra, y recibía monedas en un gorro navideño que
tenia a los pies de la butaca.
Se dejó llevar por el gorro a sus viejas navidades, de niño.
Cuando en la tele solo pasaban nieve y mas nieve y en casa el calor no dejaba a
uno abandonar la frescura del ventilador. Así que ahí estaba. Su primera blanca
navidad, como las de la tele. Tomó a su salud un trago del chocolate, mientras
al músico le llegaban un par de aplausos y monedas de los pocos que le estaban
poniendo atención. Si, sin dudas estaba cumpliendo ese viejo sueño, vivir una
blanca navidad.
El flaco de barba entonaba los versos “know you’re not alone, cuz i’m gonna make this place your home”[2]
y
por ahí algunos se animaron a acompañar con palmas. Y unos tenues coros. Le
llamo la atención cuan amena se había hecho, la simple comunión de unos de
extraños, con solo un lugar, un café en común y se alegró. Y se sumo a las
palmas. Hasta que sin darse cuenta, se sintió acompañado.
Pensó en su casa, que sola estaría en ese momento. Que
oscura, que vacía, que quieta. Estática en el tiempo como él la había dejado
antes de partir. En que distinta era esa existencia gris en el sucucho vacío de
su hogar, y en el blanco café de la ciudad mas grande del mundo. En como era
posible que a miles de kilómetros de su hogar, en una ciudad con millones de
habitantes, se sintiera acompañado. Sin darse cuenta, se olvido que estaba sin
ella. Y ella, dondequiera que estaba, mirándolo aprender una vez mas, sonrió.
[1]
Disculpe señor, su orden
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Hace pila que no escribía nada, estoy medio oxidado me parece, pero bueno, fue lo que salió. De a poco pretendo ir volviendo a escribir acá, asi que bueno, veremos.
Ah, y otra cosa,
A todos, Feliz Navidad.
Bienvenido! - muy buen texto - somos varios los perdidos del blog.. Que arranques con energía el 2013. Abrazo!
ResponderEliminarGracias Martín, mucha inspiracion para tus pinturas en este 2013, nos estaremos viendo (si no me boludeo) Abrazo
EliminarChe vecino! Para ser que estás oxidado te salió re bueno. Saludos desde el otro lado del charco =)
ResponderEliminarJajaja de puro pedo salio bueno. Abrazo
Eliminar¿la historia es verídica y empezaste la navidad tomando café en NY?
ResponderEliminarFeliz navidad para vos también, y comienzo de año, y esas cosas.
Siempre quise tocar nieve.
Y escribir mi nombre con pichí, pero no es nada poético decirlo.
Si me leyera mi mamá.
Oiga, yo comenté esto hace días. Creo.
ResponderEliminarMuy bueno Javi, como siempre. Te diría que no abandones el blog pero no estoy en condiciones de exigir nada... Abrazo grande!
merry christmas wherever you are :)
ResponderEliminary como vengo con atraso
Happy new year